Alvarado, Ver.-Siete hornillas están encendidas. En cada una de ellas, desde sartenes y ollas, emanan olores que evocan a tierra golpeada por las olas del mar.
De la mano de una mujer alvaradeña llamada María Luisa Guillen Santiago, en el fuego se cocina una minilla, un chilpachole de jaiba, un caldo de camarón en pulpa, una cazuela de mariscos, una jaiba al mojo, un pulpo enchilpayado y un robalito a la diabla.
“Es amor lo que yo estoy haciendo”, describe.
Los olores de los siete platillos surgen desde una palapa en un pueblo llamado Buena Vista, en el municipio más jarocho de todo Veracruz: Álvarado. Sobre la carretera federal que une al sur, María Luisa mueve y sazona cada uno de los platillos.
“Me enseñó mi mamá. Cuando yo tenía ocho o nueve años ella me escribía las recetas en un papelito”, rememora la mujer de 46 años.
Goza de uno de los mejores sazones de la zona en su arroz a la tumbada, sus filetes al mojo, a la diabla, a la veracruzana, enchilpayado y empanizado, y sus huevas de naca y chucumite. “Ella me inculcó y yo nací con ese Don”, afirma.
Sus padres eran los propietarios de la única tortillería en Álvarado y desde las tres de la mañana dejaban el hogar para trabajar. Las hermanas atendían el hogar: una de ellas lavaba la ropa, la otra aseaba a casa y María Lisa cocinaba para todos.
“Siempre me tocaba la cocina y ella me escribía cómo quería que cocinara y así fue como empecé a incursionar en la cocina… en el papelito venían las cantidades que iba a utilizar: un diente de ajo, un cuarto de cebolla, dos o tres tomates”, describe.
A veces, cuando las cosas no salían del todo bien, entonces corría a casa de la abuela para recomponer el platillo y cocinar volvía a ser un placer en su alma.
“Al fin alvaradeña, me siento orgullosa, me siento afortunada en que me haya gustado la cocina y que de la familia desde mi bisabuela que cocinaba exquisito… era el Don que traía y ese Don viene de la familia”, agrega orgullosa.
De carácter fuerte, confiesa que constantemente llora -ya sea de alegría o de tristeza-, pero lo hace siempre que su comida agrada a las personas: “Créame que me dan muchas ganas de llorar de emoción, no de tristeza, soy muy dura en mi carácter, pero en realidad soy sensible y soy muy llorona”.
Siempre agradece a Dios por haberle dado el Don, que le permite transmitir amor a la comida.
“Para mí no hay platillo preferido, de verdad todo lo cocino con mucho amor, para mi todos los platillos son únicos y especiales”.